viernes, 14 de marzo de 2014

[Insania B 17]

¿Es el alma el desarrollo dialéctico de la materia?
Fósforos. El cuerpo es ese palo de fósforo, el alma es la llama. Apágalo. No hay llama, no hay alma.

¿Entonces el alma no es inmortal?
El fuego es inmortal pero la llama individual no. Era una llama al viento y el viento la apagó.

¿Qué diferencia hay entre el alma y el espíritu?
El alma es la vida, el espíritu es la consciencia o razón. El alma es la forma del cuerpo, lo que da estructura a los materiales del cuerpo y los convierte en cuerpo viviente.

¿El soplo de Dios en la nariz de Adán, muñeco de barro, es el alma o el espíritu?
Eva fue hecha de una costilla de una costilla de Adán, no de su cabeza para que no lo gobernara, ni de sus pies para que él no la pisoteara, sino de su costilla, cerca de su corazón. La costilla es un hueso torcido, si tratas de enderezarlo lo rompes: sé tolerante con la mujer.

¿La mujer tiene solamente un pedazo de alma? ¿Cuándo entra el alma en el cuerpo?
Si es un cuerpo vivo ya tiene alma; no sería tal sin alma; los que se aman con el alma no pueden seguirse amando ni volverse a encontrar después de la muerte, cuando se apaga el fósforo.

¿Y la resurrección?
Yo soy la resurrección y la vida, el que crea en mí aunque esté muerto vivirá.

¿Cristo es el alma?
Metempsicosis: el alma pasa de un cuerpo a otro. Vivifica un cuerpo y después lo abandona para vivificar a otro cuerpo. El alma encarna y desencarna, tiene existencia propia sin el cuerpo. Hay dos maneras de hacerse inmortal: teniendo hijos, a través de ellos se continua la vida o haciendo grandes obras de gran utilidad para un gran número de personas, a través de ellas pervive la individualidad creadora, alma convertida en obra.

[Dusunme G 16]

Te llamo desde la frontera de las palabras. Cuando las cruces callaré para siempre. Despídete. Pronúncialas por ultima vez. Una dimensión del ser donde no hay verbo te espera. El verbo es el hijo pródigo, regresa al silencio del padre.

Culebra Ciega Pt: 2

Antes de eso mi vida fue tornátil, leve y vagaroza como las nubes nacaradas de ciertos amaneceres. Una placidez impersonal presidia todos los cambios; los estados de ánimo se interpenetraban fácilmente, se convertían los unos en los otros a través de incruentas transformaciones en un juego hecho matices de luz. Detrás de la apariencia no había nada; todo era superficie, brillo de sol, vano devaneo del color.

Después de eso mi vida fue doble, torpe, preñada de tormentas secretas, de enfoscadas renuencias, como esos nubarrones que el vendaval arrastra sin lograr forzarlos a declararse en temporal. Una consciencia desapegada presidía todos los actos; detrás de los compromisos había alguien que no se comprometía; dentro de las promesas y juramentos había reservas irreductibles. Todavía espero, desolado, que revienten centellas.

Antes de eso, casi que no era mi vida, sino la vida; mi vida, la que puedo llamar mía porque la siento, comenzó al aproximarse cierta edad. Se manifestó de manera paulatina. Casi imperceptible en un principio, arreció de golpe para gobernar en plenitud con un imperio esquivo, huidizo, sin símbolos ni ceremonias, pero omnipresente.

Me habían enseñado doctrinas sobre Dios, el origen del mundo, el sentido de la vida, la misión del hombre sobre la tierra, los derechos y los deberes, lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, la muerte y el más allá, los ideales, la patria, las virtudes, la felicidad. Yo las había aprendido ingenuamente como conocimientos, y resultó que no eran conocimientos sino creencias. Creencias cuya fuerza y valor dependían de que fueran creídas. Fuerza y valor no despreciables, pues eran fundamento y gobierno de la vida colectiva, de la conducta de comunidades pequeñas dentro de la gran sociedad y del comportamiento individual.